miércoles, 10 de marzo de 2010

Carta a un extranjero (o como cometer suicidio y no morir en el intento)

“…esta carta se la envío a causa de los conejitos, me parece justo enteraría; y porque me gusta escribir cartas, y tal vez porque llueve.”

Julio Cortázar. Carta a una señorita en París.





Cuando me entere de que tenía que escribir un ensayo sobre ciertas obras literarias me vi en una encrucijada: hacer un ensayo mediocre y leer solo uno de los textos o darme la oportunidad de escribir un ensayo mediocre pero leerlos todos. Al final opte por la segunda opción y sin dudarlo más, me zambullí en el paraíso literario que el cuento y la novela representan. Leí entonces:

a) Carta a una señorita en parís de Julio Cortázar.

b) El jardín de los senderos que se bifurcan de Borges.

c) No oyes ladrar los perros de Juan Rulfo.

d) El extranjero de Camus

e) La metamorfosis de Kafka.

Y mientras nadaba por estos textos fui descubriendo concordancias y oposiciones, hilos que conducían al mismo lugar y serpientes que incitaban al pecado, sin embargo, no fue sino hasta terminada la lectura de todos los textos que descubriría el hilo que guiaría (e inspiraría) este ensayo. No se trata de una metáfora escondida dentro del texto, ni de una interpretación descontextualizada (o eso espero yo) si no de una de las fibras más sensibles de los textos: La muerte.



Cada palabra dentro de estos textos lleva a dos lugares importantes que pueden ser vistos de diferentes maneras pero nunca deslindados: La primera es la composición del yo, dentro de cada historia se describen y descubren los elementos más básicos que componen al ser humano y al individuo, cada historia es un auto descubrimiento, una aceptación de los conforma. El segundo punto importante es la muerte, todos los textos tienen un vínculo estrecho con la muerte, un lugar común que corresponde a uno de los miedos más intrínsecos del hombre. Entonces ¿por qué tomar este punto como tema?

La muerte es fundamental en estos textos porque se aborda de una manera muy distinta a la convencional, porque como diría el padre de Ignacio en “no oyes ladrar los perros” esta muerte no tiene esperanza, es una muerte total, que lo aniquila todo, que deslumbra y distrae de la verdadera muerte que es la del uno mismo; en estos textos no se deja lugar a la esperanza de que quede el recuerdo porque el recuerdo mismo es cancerígeno, es muerte.



Quizá para entender mejor esta visión debamos destejer un poco los textos: empezando con la novela por ser de cierto modo las más elaborada, en “El Extranjero” Camus nos presenta a un personaje que a primera vista parece plano, indiferente; lo que después de mirar un poco mas descubrimos es que este personaje es de cierto modo el más humano de todos, pues se descubre solo, y es en esta soledad (la cárcel) en la que se define y se encuentra a sí mismo, pero encontrarse a sí mismo, aceptarse, era dar lugar a algo “inhumano” a los ojos de los demás personajes, es en esta soledad que él conoce su tristeza por la muerte a su madre o su verdadero rechazo por la sociedad, pero un ser humano con este conocimiento no tiene lugar, y es entonces cuando viene la muerte, pero si el espíritu permanece ¿por qué condenarlo a muerte? La respuesta es que aquí nada permanece, Meursault será condenado al ser olvidado (porque este es el objetivo de su juicio, el de evitar que un “monstro” infecte nuestra sociedad), y es cuando Meursault descubre que no quedara nada de él, que su muerte es una muerte total, que puede pedir disculpas y aceptar.

Después tenemos el caso de “El jardín de los senderos que se bifurcan” y aquí Borges nos presenta un personaje que en su plan por transmitir un mensaje se topa con su pasado, con sus raíces, con la respuesta al el misterio que su esencia representa, entonces se ve frente a este sendero que se bifurca y está obligado a tomar un rumbo, frente a él está el significado de su propia existencia, pero de nuevo la aceptación sobreviene, el suicidio que representa el asesinato de la otra persona, de esa única persona que conoce el secreto de lo que somos, y al haber este asesinato-suicidio del yo (como mensaje) solo puede venir la muerte carnal, la muerte que venia persiguiéndolo desde antes, la muerte que nos decía que en el fondo la decisión ya estaba tomada.

Después tenemos a “No oyes ladrar los perros” y “Carta a una señorita en parís “que quizá podrían pretender ser muy diferentes pero que de nuevo nos plantean la muerte total, en el primero Rulfo nos enseña al exilado, al que tiene su pasado y su presente cargado en la espalda y se dirige a un pueblo lejano donde ya sabe que la muerte lo espera, y aunque el que muere es Ignacio (su hijo) la muerte es de los dos, porque ahí se encuentra la aceptación, porque Ignacio era el exilado, el que no podía pertenecer, el extranjero que es condenado a muerte por el pueblo, el que se llevara con el todo significado, toda esperanza. Después esta Nuestro escritor de cartas, el que vomita conejos y aquí la historia se repite, el hombre que acepta su naturaleza (vomitar conejos) y esta naturaleza se le desborda, esta naturaleza tiene que ser aniquilada, pero la única muerte que puede aniquilar a los conejos, a la esencia, es la muerte corpórea, es por eso que esta el suicidio como distracción, pero no solo como eso si no como el acto necesario para que la esencia cese, después de su muerte no habrá más conejos, solo quedara la nada absoluta.

Entonces será la muerte el único fin, la única realidad existente, el medio en que el hombre se acepta y se vuelve tolerable a la sociedad, aquí no hay palpito, no hay cielo ni infierno, solo un vacio constante que nada puede llenar: ni el rencor, ni la magia, ni la indiferencia, ni dios, ni siquiera la verdad o la historia, todo termina, y después: nada.

“Destrabó difícilmente los dedos con que su hijo había venido sosteniéndose de su cuello y, al quedar libre, oyó cómo por todas partes ladraban los perros.


— ¿Y tú no los oías, Ignacio? —dijo—. No me ayudaste ni siquiera con esta esperanza.”Juan Rulfo. No oyes ladrar los perros.

2 comentarios:

Amador dijo...

y no solo es la muerte como un desenlace, es la muerte como una forma de vida, asi como tu hablas de una aceptacion, el hombre viene negando su muerte desde que respira aire por primera vez. pero cuando aceptamos nuestra condicion de personas mortales, es cuanod los demas caminos cobran la luz necesaria para no temerle a otro de los mas grandes miedos de humanidad "la oscuridad" por lo que metaforicamente hablando, nos convertimos en seres quiza no completos, pero si plenos...

Daniel Salinas Córdova dijo...

Hola, vi tu blog y me gusto, y nomas vengo a comentar...
De esas lecturas me faltan los de Borges y Rulfo, pero los otros tres son requetebuenos. Buen ensayo.
Saludos!