miércoles, 21 de abril de 2010

Yo, la peor de todas o como todo empezó con un sueño, el primero.

“La peor de todas”, la que buscó en el abismo interminable de la fe y supo encontrar, la que no se rinde, la que escribe porque es presa de las letras, la que ama, pero ama sin miramientos, la que siente y sufre, la que sueña el primero sueño, la génesis, el hallazgo de una nueva era a la que no pertenece, la ávida de conocimiento, la que rehúye al queso y a la gente idiota: “Yo, la peor de todas”



Sor Juana Inés de la Cruz, Juana de Abaje, la décima musa nació el 12 de Noviembre de 1648 y desde su nacimiento se dedicaría a revolucionar el panorama cultural y literario de México (en ese entonces Nueva España). Desde pequeña tendría demostraciones de prodigiosidad y prematura que la llevarían a ser una de las mujeres más influyentes de la literatura mundial. De pequeña rodeada de un ambiente casi agrícola, Sor Juana logró labrarse un camino a través de la sociedad colonial del país hasta la corte del virrey. Todo empezó (según cuenta ella misma en la carta a Sor Filotea) en su primera infancia cuando a escondidas aprovechaba las clases de su hermana para aprender a leer y a escribir, después, en una de esas pequeñas travesuras de niña, la poetiza de los billetes de doscientos pesos descubriría la biblioteca de su abuelo, donde empezaría su sed de conocimiento y de lectura.

Durante su vida Sor Juana mostrará grandes conocimientos de latín y náhuatl, así como una amplia gama sobre teología, filosofía, astronomía, matemáticas, entre otras cosas. De esta manera (y como ya se había mencionado antes) a sus 13 años logró colarse en la corte de la virreina. Sin embargo cedió ante la vida religiosa, según algunos, empujada por su condición de hija natural, según otros por su fe, pero será ella misma la que dirá que su encierro sucedió: “por amor a las letras: oh, ¡si hubiera sido por amor de Dios, que era lo acertado, cuánto hubiera merecido!”. Podemos entender entonces este claustro voluntario como una necesitad inmensa de letras, de paz y sobre todo de conocimiento. Sor Juana dejaría tras su encierro un vasto universo en el que se incluyen: obras de teatro, sonetos, redondillas, liras, ensayos sobre la música, entre otras cosas; sin embargo seria uno el que trascendería las barrearas geográficas para convertir definitivamente a la joven prodigio en parte fundamental de la literatura universal.



Utilizando las propias palabras de Sor Juana en su Carta a Sor Filotea en la que admite que todo lo que escribió lo hizo por encargo y solo fue primero sueño el que nació de su voluntad, Octavio Paz descarta (de una manera relativa) los demás escritos Sor Juana para enfocarse en este que el considera, retador, atemporal y sobre todo el salto definitivo de Sor Juana a la literatura universal: Primero sueño. Esta silva en la que se describe el momento más intimo de la fe, este poema que describe momentos místicos y de suma religiosidad, este poema repleto de simbolismos y referencias, este poema que condena y redime, será el que Sor Juana redactará casi al final de su vida y que dejará huella hasta nuestros días.

Con las características exactas de una silva Sor Juana compone un texto teológico que es capaz de vislumbrar estados de naturalezas ocultos. Este texto que refleja la verdadera Sor Juana, la que no escribe por encargo sino para sí misma; un poema que según Octavio Paz describe el mero acto del conocimiento. Un poema de prismas y pirámides, de soledades, oscuridades, miedos y sobre todos, el descubrimiento de lo inaccesible, aquello que ni siquiera las palabras son capaces de describir: Dios.



Entonces veremos que a pesar del deseo por eliminar la figura divina de Sor Juana que realiza Salvador Novo en su Libro Cabrón, esta musa décima gana su reconocimiento no solo por su inteligencia precoz o su prodigiosidad, tampoco por su extensa obra literaria, sino porque Sor Juana logró, a través de su poesía, trascender la cotidianeidad para indagar en los terrenos más íntimos del ser humano y cuestionar nuestra fe, pero no desde el reto sino desde su propio cuestionamiento. Sor Juana logra divisar la majestuosidad de lo divino y se despide luego con una Carta a Sor Filotea que a modo de biografía y de punto culminante en su obra, nos deja en el silencio. Silencio (escrito) que dura hasta su suicidio romántico o muerte anunciada (según como se quiera ver) para decirnos:



“Yo no estimo tesoros ni riquezas;

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi pensamiento

que no mi pensamiento en las riquezas.”

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