jueves, 20 de mayo de 2010

La Comida

Sucedió justo en el instante en que me disponía a dar una mordida a aquel taco de barbacoa, un sonido prolífico, un flato de proporciones áureas, un flato de conocimiento ancestral y divino sobre la gramática y semántica del flato. Mi primer pensamiento fue de culpa, durante un instante pensé en mi descaro, pero pronto me vi redimido por la continuación de aquel brutal sonido. Entonces dirigí la mirada a mi costado, donde mi madre sucumbía ante el encanto de una quesadilla de pollo; la idea surgió: quizá mi mamá, en aquel pequeño paraíso construido había decidido dar rienda suelta a aquel dialogo intestinal. Pronto me convencí de que estaba en un error, el sonido sonaba ligeramente lejano y mi mamá no solía entregarse a esas pasiones en publico; sin embargo la mente seguía buscando culpables.

Tratando de no mostrar mi preocupación por el origen de aquel estruendo musical continué comiendo. El paso del tiempo y la innegable calidad del platillo hicieron que lentamente me habituara a escuchar estos continuos gemidos corporales. Mas llamo mi atención que el sonido se detuviera con el último bocado. Nuevamente apenado pedí la cuenta y me pregunte con cierto hálito filosófico: ¿cómo soy capaz de pensar en tremendas estupideces mientras como?

Así, decidido a ignorar por completo el tema, pagué; rápidamente me dirigí a la salida y al subir al carro alcancé a mirar de reojo a la mesera que, ruborizada, se entregaba a una sincera risa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajajajaja; suele pasar; se piensan prolíficas extensiones de la vida en los momentos más burocratizados... (¿o quién no se da una hora diaria para comer XD?).